Sábado

Es 27 de enero. Quedan 338 días para que finalice el año. Hoy todo el mundo a comer fuera de casa y nada de poner lavadoras, darle a la guitarra o cazar moscas. Olvidaos también del bricolaje, de la repostería, de la costura, de la jardinería y de chapuzas y ñapas. Es sábado, ¿no?, pues sábado proviene del término Sabbat, que en el judaísmo es el día de fiesta dedicado al culto divino y al descanso y, por tanto, ha de ser celebrado mediante la abstención de cualquier tipo de trabajo. Por si tenéis dudas, el Talud, libro que recoge las principales leyes judías, especifica una lista de 39 categorías prohibidas en sábado. Allá van: “plantar, arar, cosechar, atar poleas acanaladas, trillar, aventar, seleccionar, moler, tamizar, amasar, hornear, trasquilar lana, lavar lana, batir lana, pintar lana, hilar lana, tejer, hacer dos lazos, unir dos hilos, separar dos hilos, amarrar, desamarrar, coser, romper, atrapar un animal, matar a un animal, despellejar a un animal, curtir pieles, raspar pieles, marcar pieles, moldear pieles, escribir dos o más letras, borrar dos o más letras, construir, demoler, apagar fuego, prender fuego, tocar un instrumento musical, terminar la preparación de un utensilio nuevo, transportar un objeto de áreas públicas a áreas privadas y viceversa, o cargarlo 4 cúbitos o más en un área pública y hacer coladas”. Sí, ya lo sé, está prohibido escribir dos o más letras, aunque luego las borres, pero es que os lo tenía que contar para que no cayerais en falta. Así soy yo, generosa y sacrificada, ya peco yo por mí y por todos vosotros y todas vosotras. Y ya metida en pecado, no me quedo yo con las ganas de atar unas cuantas poleas acanaladas y de cargar un objeto 4 cúbitos o más en un área pública. Así soy yo, transgresora y rebelde.

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