¡Hasta luego, Lucas!

Es 7 de noviembre, cuando pasen 54 días habrá terminado el año. He revisado una a una las funciones de la Junta Electoral Central y, entre otras cosas, habla de “resolver las quejas, reclamaciones y recursos que se le dirijan”, de “ejercer potestad disciplinaria sobre todas las personas que intervengan con carácter oficial en las operaciones electorales” o de “corregir las infracciones que se produzcan en el proceso electoral”. Pero no he encontrado entre sus potestades referencia alguna, por ejemplo, a “resolver con carácter urgente y vinculante los casos en los que candidatos y candidatas sobrepasen de forma clara y manifiesta el ridículo, el esperpento y el disparate”, o a “supervisar la actuación de quienes se presentan a las elecciones para evitar, dentro de los plazos previstos en la Ley y con todos los medios a su alcance, el sentimiento de vergüenza ajena que puedan llegar a provocar algunos de ellos o ellas”, ni tampoco a “cursar instrucciones de obligado cumplimiento por parte de los partidos políticos destinadas a impedir que estos consideren a la ciudadanía como un conjunto formado por seres estúpidos carentes de cualquier signo de inteligencia y buen juicio”. Nada, ni una palabra. Pues la verdad, debería. Dicho esto, como diría Chiquito de la Calzada, “¡Hasta luego, Lucas!” y, como diría Lucas, "¡Guauuu!".

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