Mona Lisa y Villacís

Es 27 de noviembre, cuando pasen 34 días habrá terminado el año. Mucho se ha hablado de la misteriosa sonrisa de La Mona Lisa pero muy poco se habla de la irritante sonrisa de Begoña Villacís. Ya sea cuando finge sentirse avergonzada e indignada por la actitud de sus socios de Vox en relación a la violencia machista o sea a ritmo de chotis en la Pradera de San Isidro, ya sea desmantelando un espacio peatonal para devolvérselo a plazas de aparcamiento o sea saliendo del hospital con su nueva hija en brazos, ya sea posando para la foto de Colón con la ultraderecha o sea desmintiendo que fuera la gemela de la duquesa de Sussex, Meghan Markle, ya sea despidiendo a su presidente Rivera tras el descalabro electoral del 10N o sea en la cuenta atrás del alumbrado navideño de la ciudad, ya sea de concentración contra los independentistas o sea presumiendo de “liberal ibérica”, ya sea tratando de decirle a un periodista qué pregunta ha de hacerle o sea eludiendo las preguntas que no le gusta que le hagan... Alguien debería decirle a la vicealcaldesa de Madrid que esa permanente mueca de alegría, felicidad o placer que hace tirando de la boca hacia arriba, enseñando dientes, falsa, artificial, impostada, mecánica y sin emitir sonido alguno resulta confusa, grotesca y exasperante. Porque, ¿alguien me puede decir a mí de qué se ríe Villacís? ¿Será de nosotros?

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